Lo recuerdo bien: me pedí el día en el trabajo para hacer trámites; para aprovechar, decidí salir temprano a encontrar el sol matutino, juegos de luz y sombra, y una mañana fresca para caminar mientras todos se dirigían a hacer sus actividades diarias. Estaba animado y no era usual hacer esto.
Entonces, al final del paseo, lo ví, entre graffitis y líneas horizontales: ahí estaba la sombra de esa persona que conozco mejor que nadie y con quién no tengo secretos. Aquel que enfrento a diario y le veo equivocarse más de lo que quisiera. Alguien con muchas fortalezas, pero con una igual cantidad de debilidades que a veces ganan la batalla, teniendo que asumir las consecuencias.
También sé que es una persona que duda mucho, que genera miles de escenarios mentales y que se dice “sabía que esto pasaría” cuando la verdad es que es fácil acertar cuando tienes 500 opciones en la cabeza. Es esa persona que dice que no espera nada de nadie, y aún así, se decepciona.
Decidí tomarle una foto, algo que escasas veces hago.
Pasó el tiempo y las fotos quedaron guardadas porque compromisos junto a algunos temas técnicos hicieron este trabajo casi imposible. Pero hubo un reencuentro, un momento para contrastar la sonrisa de aquella salida con los pensamientos intrusos que muchas veces me agobian.
Los últimos no han sido los mejores días, pero esta foto es un recuerdo de que los hay. De hecho, al verla, al revivir el momento, sonreí, más que nada por su significado que por otra cosa. La había olvidado.
Es ahí cuando pienso que mirar mi propia sombra, oscura y lúgubre, puede hacerme entender y reconocer quién soy y en base a eso, seguir avanzando, con los pies en la tierra, sin falsas caretas y sin vender algo que no soy.
Es la dosis de realidad y verdad que siempre atesoro.
2023.10.13
Avenida Providencia, sector Metro Los Leones.
Providencia, Chile.
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